domingo, 25 de agosto de 2013

"La otra historia de la segunda guerra mundial. Resistencia contra Imperio". Donny Gluckstein.

GLUCKSTEIN, Donny. La otra historia de la segunda guerra mundial. Resistencia contra Imperio. Ariel. Barcelona. 2013.

Un libro que analiza desde una perspectiva diferente  -“desde abajo”- el acontecimiento más traumático sufrido por la especie humana en toda su historia. Se trata de la segunda guerra mundial. El libro de Donny Gluckstein -profesor del departamento de Historia del Stevenson College de Edimburgo e hijo del histórico militante y teórico trotskista Tony Cliff- supone un posible inicio para una historia de las clases popular en este periodo. Gluckstein plantea su libro desde una hipótesis, según la cual la segunda guerra mundial habría sido un conglomerado de conflictos bélicos atravesados por dos tipos de guerra. Esas dos guerras paralelas se entrelazaron y chocaron entre 1939 y 1945. Estas dos guerras serían, por un lado, una guerra entre los imperialismos de los aliados y de las potencias del eje por conservar o aumentar sus dominios imperiales, y por el otro las guerras populares, llevadas a cabo por grandes sectores de la población contra la ocupación y con el objetivo de una liberación acompañada de una notable mejora de las condiciones de vida de la gente común. Se trató esta segunda de una guerra por preservar la vida y mejorarla.

Gluckstein comienza el libro con la guerra civil española, pues representa el primer episodio de estas guerras paralelas. Una guerra entre las potencias imperialistas (incluida la Unión Soviética) y una guerra popular (en forma de revolución) contra todos esos imperialismos. El final ya lo conocemos. El fantasma de la revolución fue conjurado en el baño de sangre y una dictadura aseguró el aplastamiento de las clases populares de este país durante los siguientes cuarenta años.

El libro de Gluckstein es interesante porque hace jirones los lugares comunes y la ideología de los vencedores, la mistificación de la segunda guerra mundial como un conflicto entre democracia y fascismo, que a la luz de los hechos se demuestra falsa. Gluckstein afirma que la guerra fue, para los estados beligerantes, una lucha por mantener o acrecentar sus dominios imperiales. Los conceptos como “guerra justa” no parecen muy compatibles con las motivaciones de las potencias aliadas. A lo largo del libro Gluckstein analiza varios ejemplos de cómo las dos guerras (inter-imperialista y popular) se entrelazan, coinciden o chocan.

Dramático es comprobar cómo la Gran Bretaña de Winston Churchill masacró la heroica resistencia griega contra el nazismo, bombardeando Atenas, con el beneplácito de Stalin. Ambos personajes se repartieron en cuartillas de papel, antes de que la guerra terminara, las áreas de influencia y los tantos por ciento de influencia en cada país. No importaba lo que los pueblos decidieran desearan. Las decisiones habían sido tomadas por los hombres de estado. Y si esas decisiones fueron cuestionadas, en el caso griego la solución fue la represión por parte de los británicos y la fundación de un estado griego dirigido por los antiguos fascistas que llegaron a colaborar con los nazis.

Las contradicciones también se dieron en el seno de los aliados. Los campos de concentración para la población de origen japonés en los mismos Estados Unidos dejan muy claro que racismo y democracias no fueron, ni son, antagónicos. Una vez más Gluckstein demuestra la falacia de la guerra ideológica con los hechos. Durante los años que duró la segunda guerra mundial los Estados Unidos vivieron un periodo de agitación social, con estallidos provocados por el racismo al que vivía sometida la población negra. Estas protestas y estallidos fueron reprimidos con “democrática” ferocidad.

Otro episodio sangrante es la represión del independentismo indonesio por parte de los británicos para asegurar que la metrópoli holandesa no perdiese el control de su colonia, para lo que no dudaron en utilizar los miles de soldados japoneses derrotados para tal fin.

En momentos tan dramáticos como los actuales en algunas zonas del planeta, esta visión de Gluckstein nos puede ayudar a interpretar los acontecimientos de Siria o Egipto con una perspectiva diferente a la propuesta por los medios de comunicación, siempre tan cortoplacistas e incapaces de ver más allá de la mera lucha por el poder y de las lógicas estatalistas. Porque Gluckstein tiene en cuenta las motivaciones de los actores de los procesos históricos. Por ello plantea una elección ética. No es lo mismo la guerra de los Estados por mantener o aumentar su poder que la guerra de los pueblos por preservar y mejorar la vida. Y en este momento pienso en las mujeres, los niños, las personas de bien que en Siria comenzaron una revolución con lemas como libertad, unidad y pacificación. Pienso en ellos como pienso en los jóvenes palestinos, en las mujeres egipcias que no querían que Morsi las obligara a vivir de un modo que ellas no quieren, y que ven con preocupación cómo la violencia del ejército no tiene piedad con nadie. Tampoco la tendrá con ellas cuando vuelvan a salir a la calle. Y sin embargo, como dijo Buenaventura Durruti, “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”. Siempre ha sido, es y será así. Así somos los seres humanos, siempre dispuestos a mejorar la vida, aunque sea de formas muy extrañas y contraditorias.

Jaime Aguirán. 26/08/2013.