GLUCKSTEIN, Donny. La otra historia de la segunda guerra mundial. Resistencia contra Imperio. Ariel. Barcelona. 2013.
Un libro que analiza desde una perspectiva diferente -“desde abajo”- el acontecimiento más traumático sufrido por la especie humana en toda su historia. Se trata de la segunda guerra mundial. El libro de Donny Gluckstein -profesor del departamento de Historia del Stevenson College de Edimburgo e hijo del histórico militante y teórico trotskista Tony Cliff- supone un posible inicio para una historia de las clases popular en este periodo. Gluckstein plantea su libro desde una hipótesis, según la cual la segunda guerra mundial habría sido un conglomerado de conflictos bélicos atravesados por dos tipos de guerra. Esas dos guerras paralelas se entrelazaron y chocaron entre 1939 y 1945. Estas dos guerras serían, por un lado, una guerra entre los imperialismos de los aliados y de las potencias del eje por conservar o aumentar sus dominios imperiales, y por el otro las guerras populares, llevadas a cabo por grandes sectores de la población contra la ocupación y con el objetivo de una liberación acompañada de una notable mejora de las condiciones de vida de la gente común. Se trató esta segunda de una guerra por preservar la vida y mejorarla.
Un libro que analiza desde una perspectiva diferente -“desde abajo”- el acontecimiento más traumático sufrido por la especie humana en toda su historia. Se trata de la segunda guerra mundial. El libro de Donny Gluckstein -profesor del departamento de Historia del Stevenson College de Edimburgo e hijo del histórico militante y teórico trotskista Tony Cliff- supone un posible inicio para una historia de las clases popular en este periodo. Gluckstein plantea su libro desde una hipótesis, según la cual la segunda guerra mundial habría sido un conglomerado de conflictos bélicos atravesados por dos tipos de guerra. Esas dos guerras paralelas se entrelazaron y chocaron entre 1939 y 1945. Estas dos guerras serían, por un lado, una guerra entre los imperialismos de los aliados y de las potencias del eje por conservar o aumentar sus dominios imperiales, y por el otro las guerras populares, llevadas a cabo por grandes sectores de la población contra la ocupación y con el objetivo de una liberación acompañada de una notable mejora de las condiciones de vida de la gente común. Se trató esta segunda de una guerra por preservar la vida y mejorarla.
Gluckstein
comienza el libro con la guerra civil española, pues representa el primer
episodio de estas guerras paralelas. Una guerra entre las potencias imperialistas
(incluida la Unión Soviética) y una guerra popular (en forma de revolución)
contra todos esos imperialismos. El final ya lo conocemos. El fantasma de la
revolución fue conjurado en el baño de sangre y una dictadura aseguró el
aplastamiento de las clases populares de este país durante los siguientes
cuarenta años.
Dramático
es comprobar cómo la Gran Bretaña de Winston Churchill masacró la heroica resistencia
griega contra el nazismo, bombardeando Atenas, con el beneplácito de Stalin.
Ambos personajes se repartieron en cuartillas de papel, antes de que la guerra
terminara, las áreas de influencia y los tantos por ciento de influencia en
cada país. No importaba lo que los pueblos decidieran desearan. Las decisiones
habían sido tomadas por los hombres de estado. Y si esas decisiones fueron
cuestionadas, en el caso griego la solución fue la represión por parte de los
británicos y la fundación de un estado griego dirigido por los antiguos
fascistas que llegaron a colaborar con los nazis.
Las
contradicciones también se dieron en el seno de los aliados. Los campos de
concentración para la población de origen japonés en los mismos Estados Unidos
dejan muy claro que racismo y democracias no fueron, ni son, antagónicos. Una vez
más Gluckstein demuestra la falacia de la guerra ideológica con los hechos.
Durante los años que duró la segunda guerra mundial los Estados Unidos vivieron
un periodo de agitación social, con estallidos provocados por el racismo al que
vivía sometida la población negra. Estas protestas y estallidos fueron
reprimidos con “democrática” ferocidad.
Otro
episodio sangrante es la represión del independentismo indonesio por parte de
los británicos para asegurar que la metrópoli holandesa no perdiese el control
de su colonia, para lo que no dudaron en utilizar los miles de soldados
japoneses derrotados para tal fin.
En momentos tan dramáticos como los actuales en
algunas zonas del planeta, esta visión de Gluckstein nos puede ayudar a
interpretar los acontecimientos de Siria o Egipto con una perspectiva diferente
a la propuesta por los medios de comunicación, siempre tan cortoplacistas e
incapaces de ver más allá de la mera lucha por el poder y de las lógicas
estatalistas. Porque Gluckstein tiene en cuenta las motivaciones de los actores
de los procesos históricos. Por ello plantea una elección ética. No es lo mismo
la guerra de los Estados por mantener o aumentar su poder que la guerra de los
pueblos por preservar y mejorar la vida. Y en este momento pienso en las
mujeres, los niños, las personas de bien que en Siria comenzaron una revolución
con lemas como libertad, unidad y pacificación. Pienso en ellos como pienso en
los jóvenes palestinos, en las mujeres egipcias que no querían que Morsi las
obligara a vivir de un modo que ellas no quieren, y que ven con preocupación
cómo la violencia del ejército no tiene piedad con nadie. Tampoco la tendrá con
ellas cuando vuelvan a salir a la calle. Y sin embargo, como dijo Buenaventura
Durruti, “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”. Siempre ha sido, es y
será así. Así somos los seres humanos, siempre dispuestos a mejorar la vida,
aunque sea de formas muy extrañas y contraditorias.
Jaime Aguirán. 26/08/2013.
Jaime Aguirán. 26/08/2013.
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